El anfitrión arrasa en el estreno
Alemania, sin piedad ante Escocia en el partido inaugural
Quería ruido y entusiasmo Julian Nagelsmann para expulsar miedos, sospechas y desconfianzas, sentimientos que también tiene últimamente un equipo como Alemania, y sus jugadores cumplieron las órdenes. Era casi más un consejo para que soltaran los nervios que un precepto para que intimidaran a Escocia, tipos rudos y agrestes que no se asustan con nada.
“Tendremos más presión que ellos y querrán aprovecharlo”, les había avisado. La muchachada, obediente, irrumpió con furia, establecido ya por sistema el lanzamiento al área adversaria del saque inicial, y antes de los 20 minutos, con lo caro que está el gol, Alemania ya vencía por 2-0.
Y llegó el silencio.
El estruendo, en sentido literal y figurado, se produjo por la vía de la eficacia. El estrépito lo causaron dos tipos delicados, ágiles, livianos, tan etéreos que nadie pudo atraparles, más allá de que intercambiaban constantemente sus posiciones en las alas. Florian Wirtz y Jamal Musiala, los más jóvenes del grupo con 21 años, tuvieron la habilidad de recorrer el frente de ataque pese al exceso de aforo en el área.
Una broma de equipo
Escocia amontonó cinco defensas, sin que la cantidad importe, tampoco aquí, más que la calidad. El Ejército de Tartán (The Tartan Army) más que un apodo humorístico se percibió grotesco ante la goleada encajada, la mayor en su breve historia por los grandes eventos. Fueron una broma, como que cantaran 'No Scotland, no party' con el autogol de Rüdiger.
La grada británica calló. Cantó entre el primer gol y el segundo, pero se desanimó al ver que sus guerreros eran unos templagaitas, y que el sueño, no ya de ganar, de empatar, sino siquiera de fastidiar, de preocupar, de atemorizar a Alemania, se disipaba tan pronto. La mayoría se sentaron agotados, frustrados. Algunos salieron de la grada hacia el bar, sin restricciones para el consumo de cerveza, el único paliativo que encontraron para alegrar la noche. Como había entretenido el día.
Dos penaltis y expulsión
No se trató solo de encajar dos goles en 18 minutos, tres en 45, sino que los defensas cometieron dos penaltis: el primero, señalado por el francés Turpin, fue corregido por el VAR y extraída la falta al borde del área; el segundo, inapreciado por el árbitro, lo detectaron las imágenes por el alevoso plantillazo de Porteous a Ilkay Gündogan, segundos después de que el centrocampista del Barça, mediapunta con Alemania, hubiera cabeceado un centro como los remata Lewandowski. El central escocés fue expulsado, así de criminal fue su entrada frontal.
La crónica del partido ya estaba escrita. Venía determinada por los acontecimientos, todos cruciales para el resultado, sin que pudiera colegirse cuál es el grado de recuperación del fútbol alemán ni pronosticar que Escocia quedará eliminada en la fase de grupos como ha repetido en todas su historia. Sí que se apreció, por supuesto, la desigualdad en el progreso futbolístico de ambos países.
El último precedente entre ambas selecciones databa de 2015, y fue un empate en Glasgow. Ya correteaban por ahí Neuer, Gündogan y Kroos más el eterno Thomas Müller, ahora suplente, y que salió ya con el 4-0, obra de Niclas Füllkrug, uno de los pocos que se salvó de la quema en Qatar.
Gündogan entró en el campo de minas y salió con un rasguño que pudo ser muy grave. Kroos, unos metros más atrás, apareció y desapareció de blanco impoluto, como sus números (55 pases buenos de 55 en la primera mitad) mientras se gestionaban los tres puntos. Nada podía alterar el desenlace, pues la reanudación de los escoceses se limitó a dos ataques al área insustanciales.
Cambios de homenaje
La herida de Gündogan fue solo un susto que le impidió lanzar el penalti, ya que Nagelsmann no le sustituyó con el partido resuelto, ni mientras ideaba homenajes, como el de dar entrada a Müller por Musiala (dos jugadores del Bayern) y de retirar a Kroos, al que ha seducido para regresar al Mannschaft, por Emre Can, también superviviente de Glasgow y llamado a última hora para cubrir la lesión de Aleksandar Pavlovic. Marcó el quinto.
Gündogan, el capitán de Alemania, había escrito una carta pública, en la que expresaba su deseo de que el fútbol usara el poder para unir a la gente. Empezando por su selección, donde él ha sido malmirado por ser hijo de inmigrantes. “Puedo liderar un equipo que es especial porque está formado por culturas y países y la diversidad nos hará fuertes”. Fuertes han empezado.
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