Crónicas teutonas (XIII): Lamine no se cree Lamine
Finalizada la fase de grupos llegan las primera valoraciones y destaca la gran irrupción de esta Eurocopa, la del prodigio azulgrana de 16 años, con el que esta mañana hemos pasado un rato de charla y risas
Terminada la fase de grupos es momento de las valoraciones. En todas ellas la España de Luis de la Fuente sale destacada por su expediente impoluto. Tres victorias en tres partidos, ningún gol en contra y, sobre todo, una sensación de superioridad física, técnica y táctica deslumbrante. Sensación que ha encandilado a Europa especialmente en el partido ante Italia, la rival más aristocrática del grupo. La exhibición de Nico Williams y el desparpajo de Lamine Yamal han seducido a rivales, seguidores y periodistas. Siendo especialmente significativos los elogios de los propios italianos, que pese a solo perder por un gol en propia meta de Calafiori, el nuevo bello de la defensa azzurra, cayeron rendidos ante la exuberancia de los jóvenes extremos españoles.
Galeano y "los niños"
“Tienen la inconsciencia de los niños que juegan en el patio del colegio”, “no se coartan ante rivales del nivel de Croacia o Italia y da la sensación de que siguen jugando con sus amigos”, “su descaro ha incorporado en el catálogo de España el desparpajo y el uno contra uno que suman a su histórico juego de posesión”… “Los niños”, como les ha calificado más de uno por su insultante juventud, especialmente en el caso de Lamine Yamal, han dejado pasmado al planeta futbolístico.
Pasan los días y Lamine, sin haber firmado todavía una actuación tan concluyente como la de Nico ante Italia, ha digerido con una naturalidad inexplicable su rol de estrella del torneo a sus 16 años. Este adolescente que De la Fuente hizo debutar el pasado mes de octubre con 16 años y 50 días, y que lo hizo marcando a Georgia en su estreno, encara con una bendita inconsciencia a sus adversarios sin importarle si son el croata Gvardiol o el experimentado Jorginho. Él solo ve un rival, un espacio a su espalda y una pelota cosida a su zurda. Es una lástima que Galeano se marchase en 2015, porque habría escrito de Lamine y su precocidad, como lo hizo de Messi. Otro zurdo, otro niño eterno. “Me gusta, sobre todo, porque Messi no se cree Messi, o por lo menos todavía no se cree Messi. Ojalá que nunca Messi se crea Messi porque eso le permite jugar con la alegría de un pibe de barrio, como si fuera un chiquilín. Él es el único jugador que me hace soñar y amar”, aseguró Galeano, autor de uno de los libros más litúrgicos de la literatura futbolística: ‘Fútbol a sol y sombra’.
Galeano creó incluso una teoría sobre el rosarino: “Soy autor de una teoría sobre Messi, aunque no tiene base científica. Creo que Messi es como un caso único en la historia de la humanidad, porque es alguien capaz de tener una pelota adentro del pie. Siempre se dice que Maradona la llevaba atada, pero Messi la tiene adentro del pie, y eso científicamente es inexplicable, pero vos ves que lo persiguen 7, 11, 22 rivales para sacarle la pelota y no hay manera. ¿Por qué? Porque la buscan afuera del pie, y está adentro. ¿Cómo puede caber una pelota adentro del pie? Es un fenómeno inentendible, pero es la verdad, él lleva la pelota adentro, no afuera”. Convendrán conmigo que Lamine pertenece a la misma estirpe de Messi. No es una comparación, es una constatación. Porque Lamine tampoco se cree Lamine, lo que “le permite jugar con la alegría de un pibe de barrio”, y uno ‘bancaría’ por momentos la teoría de Galeano de que Yamal lleva la pelota adentro del pie.
Esta mañana pasamos un rato con el prodigio del Barcelona. Tiene la misma edad que mi hijo pequeño, Martín, que casualmente también juega al fútbol y también es zurdo. Y viéndole delante, reconocía gestos, respuestas, actitudes generacionales propias de mi hijo. Es un adolescente y lejos de esconderlo lo lleva con una normalidad pasmosa en una jungla de adultos. Se ríe cuando habla de su amigo Nico, al que vacila siempre que puede, habla con veneración de Messi y Neymar, y sostiene con una naturalidad insobornable que sale al campo “a divertirme y lo voy a seguir haciendo”. Habla de la pelota en femenino, no del balón en masculino. Quitándole con ello el matiz productivo del juego y revelando con ello ese punto lúdico que tiene para él todo esto.
Tiene las manos y los pies grandes, como las de un niño que aún está dando el estirón. Utiliza un tono bajo y desenfadado que eleva si la conversación se vuelve divertida, y rebaja y apoca cuando transita por territorios pantanosos. Te da la mano con determinación, tanto al llegar como al salir, costumbre que no todos tienen. Otros prefieren no romper la distancia social para no dejarte entrar en su distancia, rasgo de los boxeadores temerosos faltos de autoestima. Lamine, no. Él entra y sale bailando a tu alrededor, como lo hacía Muhammad Ali. Exactamente igual que cuando juega y vuela como una mariposa alrededor de sus rivales para luego picarles como una abeja.
Todos protegen a Lamine. Quieren mantener viva esa ingenuidad y ese desparpajo, al niño que les da algo que no tienen los demás. Hay algunos a los que nos persigue el síndrome de Peter Pan durante toda la vida, Lamine podría formar delantera esta Eurocopa con Nico y con Peter Pan de 9. La diversión es su gasolina. Yamal y Williams han tejido una complicidad que dará muchas alegrías a España y… sostienen algunos que al Barcelona. Pero el delantero del Athletic tiene otros planes. No entra en sus cálculos, por ahora, saltar a un campo a enfrentarse a sus ‘Leones’. Le llama más la atención el frenesí de la Premier. Sin embargo, Lamine le genera curiosidad y ternura al tiempo. Nico hace de Iñaki cuando está con él. Se divierte y se siente responsable de cuidarle como un hermano mayor cuida al pequeño. El mismo sentimiento que despierta en todos sus compañeros. En los rivales, sin embargo, el niño genera pánico. Esperemos, como advertía Galeano, que Lamine siga sin creerse Lamine para poder seguir disfrutándole. El adolescente madurará y se hará hombre inevitablemente, pero ojalá nunca abandone el patio del colegio o la plaza del barrio en la que sigue jugando cada vez que salta al césped. Sigue disfrutando, Martín. Perdón, quería decir… Lamine.
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